noviembre 13, 2010

Las lágrimas de Shiva



Sheere sintió el contacto frío de la nieve sobre sus mejillas y abrió los ojos. Su hermano Ben la sostenía y le acariciaba suavemente su rostro.
-¿Qué es esto, Ben?
-Es nieve -respondió el chico-. Está nevando sobre Calcuta.
El rostro de la muchacha se iluminó por un instante.
-¿Te he hablado alguna vez de mi sueño? -preguntó.
-Ver nevar sobre Londres -dijo Ben-. Lo recuerdo, el año que viene iremos juntos allí. Visitaremos a Ian mientras esté estudiando medicina. Nevará todos los día te lo prometo.
-¿Recuerdas el cuento de nuestro padre, Ben? ¿El que os conté la noche que fuimos al Palacio de la Medianoche?
Ben asintió.
-Éstas son las lágrimas de Shiva, Ben -dijo Sheere trabajosamente-. Se fundirán cuando salga el sol y nunca más volverán a caer sobre Calcuta.
Ben incorporó suavemente a su hermana y le sonrió. Los profundos ojos perlados de Sheere le observaban atentamente.
-¿Voy a morirme, verdad?
-No -respondió Ben-. No vas a morirte hasta dentro de muchos años. Tu línea de la vida es muy larga. ¿Ves?
-Ben -gimió Sheere-, era el único que podía hacer. Lo hice por nosotros.
Él la abrazó con fuerza.
-Lo sé -murmuró.
La muchacha trató de incorporarse y acercó sus labios al oído de Ben.
-No me dejes morir sola -susurró.
Ben ocultó su rostro de la mirada de su hermana y la apretó contra sí.
-Nunca.
Permanecieron, juntos, así, abrazados bajo la nieve y en silencio, hasta que el pulso de Sheere se apagó lentamente como una vela al viento. Poco a poco, las nubes se alejaron hacia el oeste, mientras la luz del amanecer desvanecía para siempre aquel lienzo de lágrimas blancas que había cubierto la ciudad.



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